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Ollanta Humala y Nadine Heredia, unidos por la corrupción, separados por los barrotes

La exprimera dama se encuentra en São Paulo tras recibir el asilo diplomático del Gobierno de Lula mientras el expresidente de Perú es el flamante huésped de Barbadillo, la cárcel donde están recluidos Pedro Castillo y Alejandro Toledo

Ollanta Humala Tasso
Renzo Gómez Vega

“No soy de los que se pegan un tiro o se fugan del país”, dijo Ollanta Humala allá por marzo de 2021, cuando tentaba una nueva estadía en Palacio. Perú había tenido cuatro gobernantes en cinco años y el militar retirado parecía querer pescar en río revuelto. Pero sus posibilidades eran remotas y más de un analista observaba su postulación como el intento desesperado de un expresidente que buscaba bloquear las investigaciones de los fiscales en su contra. Humala y su esposa, Nadine Heredia (su tía en segundo grado, aunque menor por 14 años), habían cumplido nueve meses de prisión preventiva entre 2017 y 2018 por haber recibido un presunto financiamiento ilícito de la compañía brasileña Odebrecht, y no estaban dispuestos a volver a la cárcel.

Mientras Heredia adoptaba un perfil discreto, alejado del protagonismo desbordado que opacó a su marido durante su mandato, Ollanta remarcaba que era distinto a los otros hombres que se habían cruzado la banda presidencial. Su eslogan de honestidad era, además, un puyazo directo hacia Alan García, Alberto Fujimori y Alejandro Toledo, un trío que se había corrido de la justicia de distintas maneras, incluso a costa de la vida. Como era previsible, el tanteo presidencial de Ollanta Humala no prosperó. Apenas despertó la confianza de 230.000 peruanos. Su 1,6% lo ubicaron en la casilla 13, a 17 puntos porcentuales de Pedro Castillo, un profesor sindical que, como él, suscitó la ilusión de la izquierda, pero cuya aventura en Palacio no superó el año y medio.

Aquellas elecciones no solo no fortalecieron al excomandante del Ejército, sino que marcaron el acta de defunción del Partido Nacionalista Peruano. Sin congresistas en el Parlamento, la agrupación que fundó la expareja presidencial en el 2005 quedó a la deriva, como tantos otros proyectos efímeros que se desmoronan después de haber llegado al poder. Su abrumadora derrota en las elecciones del 2021 eran la alerta final: Humala y Heredia afrontarían las acusaciones por el delito de lavado de activos sin la inmunidad presidencial y aparentemente en soledad, con un apoyo minúsculo de aliados.

Cuatro años después ha quedado claro que no estaban solos. Al menos relativamente. Ni se disparó ni se fugó. A mediados de abril, el Poder Judicial lo condenó a él y a su esposa a 15 años de prisión efectiva al hallarlos culpables de haber recibido dinero ilegal del Gobierno venezolano de Hugo Chávez y los brasileños de Odebrecht en las campañas presidenciales de 2006 y 2011. A la lectura de sentencia solo asistió Ollanta. Nadine se excusó, aduciendo problemas de salud.

Sus caminos se habían dividido premeditadamente: El exmandatario fue esposado y conducido a la cárcel de Barbadillo, paradero final de varios jefes de Estado, y la esposa se refugió en la Embajada de Brasil, junto a Samín, el hijo menor de la pareja. Esa misma madrugada, mientras Ollanta dormía en la celda que había ocupado Alberto Fujimori, su esposa viajó en un avión de la Fuerza Aérea Brasileña, rumbo a Brasilia y luego a São Paulo. El Gobierno de Lula, un viejo amigo de simpatías políticas, les concedió un cuestionado asilo diplomático por “razones humanitarias” y el Gobierno de Dina Boluarte les otorgó un salvoconducto exprés, sin chistar.

“Debieron coordinar en matrimonio, los dos en el exilio. Pero la otra se ha arreglado con el hijo, y el otro está en la cárcel”, declaró con desdén Isaac Humala, el nonagenario padre de Ollanta, el creador del etnocacerismo, una ideología repleta de arbitrariedades que exalta a la raza cobriza. No eran simplemente las palabras de un suegro difícil que reprueba las decisiones de su nuera, sino de un opositor que ha roto todo vínculo con su hijo. Ollanta era su gran proyecto. Mientras algunos padres crían a sus hijos para ser futbolistas, Isaac lo crio para ser presidente.

Pero cuando Ollanta lo consiguió en el 2011, tras un primer intento en el que atemorizó al empresariado, Isaac no se sintió realizado: se alejó de la izquierda, gobernando como un conservador, y no indultó a su hermano Antauro, un mayor que se alzó en armas en dos oportunidades contra el Estado. Una de esas asonadas la tramó junto a Ollanta, en octubre del 2000. Desde entonces, uno se moderó y el otro se radicalizó. Uno se hizo presidente por el voto popular, y el otro no ha dejado de pensar en la vía armada para alcanzar el poder. “Es imposible que lo visite, porque no visito traidores. Yo puedo visitar rebeldes, pero él está en la cárcel por ladrón”, ha dicho, con indolencia, Antauro Humala, libre desde mediados de 2022, tras 17 años en las sombras por homicidio, secuestro y otros delitos.

“No me cabe duda que son un par de corruptos e inmorales [...]. Acá las primeras damas son delincuentes, compinches de su presidente”, ha señalado Antauro sobre su cuñada. En más de una ocasión, el conspirador del Andahuaylazo ha pedido pena de muerte para su propio hermano por traición a la patria. “Suicídate. Es lo mejor que podrías hacer”, le pidió alguna vez, mediante una carta, durante sus años de encierro. Lejos de conciliar las asperezas, Isaac, el patriarca de los Humala, lo secundó: “Cuando quebraban los gerentes, se suicidaban [...]. Lo más digno sería suicidarse”.

La condena de la pareja presidencial ha trascendido a los reproches de una familia en llamas y al ensañamiento de las redes sociales. Ha escalado en Brasil, donde el mandato de Lula no goza de la popularidad de otras épocas. Diputados, organizaciones y exjefes de Estado, como Jair Bolsonaro, consideran que se ha distorsionado la figura jurídica del asilo al acoger a Nadine Heredia y a su hijo de catorce años. “La sentencia se basa en pruebas sólidas de que Heredia y Humala recibieron tres millones de dólares en aportes ilícitos de Odebrecht y el Gobierno venezolano”, se ha pronunciado Transparencia Internacional Brasil. “Corruptos condenados por lavado de dinero y desvío de recursos públicos pasaron a ser recibidos como perseguidos políticos”, ha censurado Bolsonaro. El canciller brasileño Mauro Vieira deberá dar explicaciones al Senado en las próximas semanas.

Hace poco Nadine Heredia fue captad paseando por un centro comercial de São Paulo. Portaba un collarín ortopédico y vestía ropa casual. La acompañaba su hijo. “Mientras el Perú se desangra... Ni una semana de estar deportada y aquí se encuentra la sentenciada libre”, se le escucha decir al peruano que la grabó con su celular. La escena ha traído al presente los días en que el ojo público tildaba de frívola a Nadine y se le acusaba de arrebatarle el mando a su marido. Días de joyas, bolsos, atuendos ostentosos, y chocolates . “No me gusta el cargo de primera dama. Solo el nombrecito me da ajjj [...] Hay un machismo encubierto. Aunque seas una persona inteligente, que puede aportar y contribuir en las decisiones de tu esposo [...] eso no importa, tu rol es regar las plantitas de Palacio de Gobierno”, se quejó hace una década en la revista Cosas.

A la comunicadora, con una maestría en Sociología, se la recuerda por lo menos de dos maneras: viajando por Perú, promoviendo los programas sociales del humalismo, y haciéndole desplantes a su marido en público. Alguna vez un primer ministro la culpó de su renuncia. Pero lo cierto es que fue clave para que Ollanta fuera elegido presidente, distanciándose del chavismo y acercándose a Lula y al Partido de los Trabajadores. “Ella y su hijo vinieron solo con sus maletas de ropa”, la ha defendido su abogado brasileño, Marco Aurelio de Carvalho. En tanto, la prensa peruana especula con los barrios residenciales de São Paulo, donde podría estar viviendo con Samín, el niño que dio sus primeros pasos en la Casa de Gobierno, pero sobre todo con la posibilidad de que su asilo pueda ser revocado una vez que Lula deje el poder.

Durante la lectura de sentencia, la jueza Nayko Coronado sustentó la condena en la confesión de Jorge Barata, exdirector de Odebrecht en Perú,quien aseguró haberle entregado tres millones de dólares a Nadine Heredia en la campaña de 2011, y en 57 personas registradas como aportantes del Partido Nacionalista Peruano que han negado haber destinado dinero al humalismo. También han sido condenados a prisión efectiva, Julio Torres Aliaga, mano derecha de Humala; e Ilan Heredia, extesorero del partido y hermano de Nadine. Torres fue detenido y conducido al penal de Piedras Gordas mientras que Ilan está prófugo. El Poder Judicial ha ordenado su captura internacional debido a que tienen indicios de que se encontraría en Brasil.

Hace unos días, Ollanta Humala se pronunció desde la cárcel. Mandó publicar un par de mensajes en X. “Mi familia no merece este ensañamiento que utiliza a los organismos de justicia para una persecución política. Ya una vez, en un fallo inconstitucional, mis hijos se quedaron sin padre y sin madre. Otra vez, no”, dijo en su intento por seguir defendiendo su inocencia. Si su apelación no progresa, el último huésped de Barbadillo, el vecino de celda de Alejandro Toledo y Pedro Castillo, saldrá de la cárcel en el 2039, a los 77 años. ¿El “guerrero que todo lo ve”, como lo bautizó su padre en quechua, habrá previsto este final para sus últimos días? Viene a la memoria un viejo tuit de Heredia que los golpea como un bumerán: “¿Tan difícil es caminar derecho?”.

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Sobre la firma

Renzo Gómez Vega
Periodista y escritor. Ha escrito en los medios peruanos 'El Comercio', 'La República', el semanario 'Hildebrandt en sus Trece' y 'Salud con Lupa'. Fundador de la revista digital 'Sudor'.
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