Los sindicatos argentinos libran un pulso contra Milei con una huelga general de 24 horas
La CGT, la principal central sindical del país, rompe la tregua que mantenían con el Gobierno ultra
La calle comienza a agitarse contra el Gobierno de Javier Milei. La primera batalla se libró este miércoles con una manifestación de miles de afiliados a la gran central obrera argentina, la Confederación General del Trabajo (CGT), vinculada al peronismo, contra los recortes realizados en Argentina por el presidente ultraderechista. Fue la previa del plato fuerte del jueves, con una huelga general de 24 horas, la tercera desde que Milei arrancó su mandato presidencial.
La huelga afectó a bancos, escuelas públicas y privadas, hospitales y la atención en todas las dependencias estatales. Tampoco funcionaron los trenes y el metro y no hubo vuelos nacionales e internacionales —en este último caso por la adhesión del personal de tierra en los aeropuertos—. Son embargo, el gremio de los conductores de autobuses, el principal medio de transporte en Buenos Aires y el resto de las grandes ciudades del país, quitó fuelle a la protesta. Aquellos que no adhirieron a la huelga se las ingeniaron para ir a trabajar, aunque fue evidente que el movimiento en la capital argentina no era el de un clásico día de semana. Los comerciantes, que viven al día, abrieron sus puertas.
Milei ocupó buena parte de la mañana para denostar la huelga desde su cuenta en X. Lo hizo, como es su costumbre, reenviando mensajes del ejército de trolls que lo defiende en redes, muchos de ellos pagados por el Estado. “Los sindicalistas hicieron silencio cuando el salario caía en picada y ahora promueven un golpe contra un gobierno que está levantando al país”, reposteó, a modo de ejemplo. En las pantallas de las terminales de trenes, vacías de pasajeros, podía leerse: “Ataque a la República. La casta sindical atenta contra millones de argentinos que quieren trabajar”.
La CGT representa a los asalariados, que son cada vez menos en Argentina. Si se cuenta a aquellos que trabajan por fuera del sistema y aquellos que lo hacen por cuenta propia, el sector informal supera al 50% del mapa laboral. La huelga, con todo, fue un mensaje político al Gobierno, que tiene cada vez más problemas para trasladar a la gente el éxito de su lucha contra la inflación.
La excusa de la movilización de la CGT del miércoles fue apoyar el reclamo que cada semana hacen frente al Congreso los jubilados, que con pensiones de menos de 300 dólares mensuales rozan la línea de pobreza. “Es un momento crucial para que el Gobierno reflexione sobre temas muy sensibles para la sociedad. Los jubilados no pueden seguir siendo el eje del ajuste”, dijo a los medios Héctor Daer, uno de los líderes de la CGT.
“Todos seremos jubilados”, “Hoy ellos están luchando por nuestra futura jubilación”, podía leerse en muchas de las pancartas desplegadas por los trabajadores que marcharon frente al Congreso. En un país donde predomina el trabajo informal, el futuro se avizora complicado si no hay una gran reforma previsional. Solo una de cada diez mujeres y tres de cada diez hombres llega a la edad de jubilación con los 30 años de aportes a la Seguridad exigidos por la ley.

La convocatoria de la cúpula de la CGT responde a un pedido de las bases, que en los últimos meses han visto como jubilados, docentes, mujeres y el movimiento LGBTI+ tomaban el protagonismo en las calles entre críticas por inacción a la mayor central obrera del país y gritos de “paro general”. Con todo, la convocatoria a una huelga general generó divisiones dentro de la CGT entre los sectores dialoguistas con el Gobierno y aquellos que consideran que ya es hora de romper lazos y terminar con el pacto de no agresión que rige, sin estar escrito, desde el año pasado. La Casa Rosada había logrado hasta ahora mantener en calma a la central sindical garantizándoles el dinero que recibe para el financiamiento de sus sistemas de salud, la principal fuente de ingresos de los gremios. En noviembre, la CGT renueva autoridades.
A la movilización de este miércoles se sumaron además columnas de los movimientos sociales, que desde la llegada de Milei al Gobierno se encontraban prácticamente paralizados. La decisión de la Casa Rosada de quitarles su rol de intermediarios de la ayuda social estatal les había quitado capacidad de presión. Ahora, poco a poco, recuperan algo de protagonismo.
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