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crítica teatral
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

‘Mihura, el último comediógrafo’ o cómo quitarle el polvo al humor de hace un siglo

El dramaturgo Adrián Perea y la directora Beatriz Jaén rescatan el espíritu de ‘Tres sombreros de copa’ en un refrescante ‘biopic’ teatral

Escena de la obra 'Miguel Mihura. El último comediógrafo. Nave 10 Matadero, Madrid. Fotografía: JESÚS UGALDE_NAVE10 MATADERO
Raquel Vidales

El título del espectáculo da a entender que se trata de un biopic: Mihura, el último comediógrafo. Pero es algo más: una comedia a la manera de Miguel Mihura sobre cómo Miguel Mihura ideó su primera comedia en 1932. Es la triple carambola que ha encajado el joven autor Adrián Perea para rescatar Tres sombreros de copa sin que parezca trasnochada. Pues por mucho que la obra de Mihura esté llena de virguerías humorísticas, sus personajes son tópicos de su época y no aguantan escenificaciones literales como las que se han hecho durante décadas, que la han envuelto en una espesa capa de polvo. Perea lo aborda de manera inteligente, centrándose en lo mejor: la fantasía surrealista que anticipó el teatro del absurdo, su escritura ingeniosa y disparatada, que el autor madrileño desarrolló tanto en esta pieza como en su faceta como historietista en La Codorniz o en las comedias posteriores que compuso como mero entretenimiento para el público burgués de posguerra.

Perea no esquiva esa paradoja y desarrolla en paralelo tres tramas: Mihura en 1932, a los 27 años, cuando escribe Tres sombreros de copa; Mihura en 1952, cuando por fin la obra se estrena después de ser rechazada por varios productores durante dos décadas; y el propio Perea en 2025, investigando el origen de Tres sombreros de copa. El juego de espejos le permite recrear la comedia original en su contexto al tiempo que la trae al presente, rescata sus diálogos más disparatados y perfila la personalidad de Mihura sin idealizarlo. Un tipo algo cínico que se rindió literariamente, por comodidad, dinero o supervivencia, precisamente a lo que puso en cuestión en Tres sombreros de copa: el elemental público burgués.

No era esa su intención cuando escribió Tres sombreros de copa. De hecho, tardó tanto en llegar a los escenarios porque no encajaba en el gusto del público mayoritario. Mihura confesó en vida que partió de una experiencia personal para escribir aquella primera comedia. En verano de 1929 se enamoró de una joven adinerada. Pero antes de que la relación prosperara en boda, el futuro dramaturgo se fue de gira con una troupe de actores de variedades, se entregó a la vida bohemia y rompió con la novia rica. Algo parecido le pasa a Dionisio, el protagonista de Tres sombreros de copa, con la diferencia de que este sí acaba casándose.

La anécdota principal no tiene demasiada sustancia, como tampoco la tenía la de Mihura. Lo que engancha vuelve a ser la escritura: Perea interrelaciona las tramas con pericia y crea situaciones verdaderamente cómicas. Aunque le falta un poco de vuelo: ya que estamos en “modo Mihura”, podría haber jugado más al disparate. Además, el efecto humorístico queda rebajado en unas cuantas escenas porque se alargan demasiado. Algunas son incluso reiterativas y podrían eliminarse, así como el epílogo, que hace que la función termine en declive.

Donde sí se juega al disparate es sobre las tablas. Es mérito de la emergente directora Beatriz Jaén, que ya en Breve historia del ferrocarril español demostró su talento para explotar la comedia, su dominio del espacio escénico y sentido del ritmo. Pero también se debe a los actores, que llevan sus personajes hasta el extremo más humorístico sin perder naturalidad. Todos interpretan varios papeles excepto Rulo Pardo, que encarna a Mihura en edad madura con el punto justo de socarronería. David Castillo exprime la ingenuidad del Mihura joven, mientras que Kevin de la Rosa y Álvaro Siankope cautivan por su espontaneidad. Pero las que se llevan al público de calle son ellas: Paloma Córdoba, Esperanza Elipe y Esther Isla.

Mihura, el último comediógrafo

Texto: Adrián Perea. Dirección: Beatriz Jaén.

Reparto: David Castillo, Paloma Córdoba, Esperanza Elipe, Esther Isla, Rulo Pardo, Kevin de la Rosa y Álvaro Siankope.

Nave 10 Matadero. Madrid. Hasta el 15 de junio.

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Sobre la firma

Raquel Vidales
Jefa de sección de Cultura de EL PAÍS. Redactora especializada en artes escénicas y crítica de teatro, empezó a trabajar en este periódico en 2007 y pasó por varias secciones del diario hasta incorporarse al área de Cultura. Es licenciada en Periodismo por la Universidad Complutense de Madrid.
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