Beatrice Alemagna, la estrella de la literatura infantil que se rebela contra la censura para ensanchar la mirada de los niños
La “ilustrautora”, como se denomina, repasa su carrera, su estilo artesanal, su éxito y reivindica el error, el estropicio y el respeto hacia sus pequeños lectores, frente a temores y mojigaterías de los adultos


Redacción en clase. Tema: “Cómo me imagino de mayor”. Desarrollo: “Quiero ser una grandísima pintora de novelas”. Firmado: Beatrice Alemagna, ocho años. En la hoja, que la artista aún conserva, aparece el veredicto que recibió: “¡Brava!”. Sirve para recordarle que ya entonces tenía clarísimo su futuro. Y que detestaba madrugar e ir al colegio. “Para mí la infancia es la edad de la libertad. La escuela suponía un obstáculo a mis ganas infinitas de jugar. Al final, me he buscado un trabajo en el que juego”, apunta por teléfono. Aprendió como autodidacta a dibujar. Empezó a escribir y diseñar sus propias historias. Y se ganó notas cada vez mejores: premios, exposiciones, aplausos. Suma unos 40 álbumes infantiles traducidos y adorados en medio mundo. En una literatura que se fija más en la temática o el trazo, destaca como una de las pocas estrellas con nombre, apellido y estilo inconfundibles. La mujer de 52 años ha cumplido con creces —y algún sacrificio— el propósito de aquella niña. De paso, ha acuñado otra definición de su labor: “Ilustrautora”.
Porque a veces pone imágenes a un clásico de otro autor, como Gianni Rodari o los hermanos Grimm. Pero en la gran mayoría de ocasiones se encarga de todo: dibujos, palabras y cómo juntarlos. Hasta de una caída, mientras jugaba al fútbol con sus hijas, Alemagna se levanta con una nueva historia: así nació el reciente Berta y yo (Combel), sobre el vínculo entre una niña y la costra que aparece en su rodilla. Una de sus creaciones más célebres, en cambio, surgió del insomnio. Cuenta que una noche de 2007 le atacó un dilema: “Hago libros para niños, pero ¿qué es un niño?”. La cuestión la mantuvo mirando al techo. Al rato, la llevó a la mesa, con el corazón agitado. De aquel frenesí salió una obra titulada como la pregunta que la sacudió. Pensó que quizás ni la publicaría. Sin embargo, se convirtió en “un libro-escalón”, uno de los que cambiaron su carrera. La editorial Éccomi rescata ahora ¿Qué es un niño? en español.