Los ‘caddies’ negros, los grandes olvidados del Masters de Augusta
Un tímido homenaje reconoce la gran aportación de estos especialistas, apenas reconocidos por el torneo


Este jueves se cumplieron 50 años. El 10 de abril de 1975, Lee Elder se convirtió en el primer golfista negro en jugar el Masters. El estadounidense no era ningún chaval, sino un hombre que había cumplido los 40, golpeado toda su vida por el racismo. Elder abrió el camino que pisaron jugadores como Tiger Woods (precisamente nació ese 1975), el primer campeón negro, pero Augusta no honró al pionero hasta el final de sus días. En abril de 2021 el Masters le concedió el golpe inaugural junto a Jack Nicklaus y Gary Player. Fue un homenaje muy tardío. Murió ese noviembre a los 87 años.
Igual que cerró durante mucho tiempo sus puertas a las mujeres (no hubo socias hasta 2012 ni una competición femenina hasta 2019), el selecto club de Augusta, en el profundo sur conservador en el estado de Georgia, miró para otro lado con la igualdad racial (sin socios negros hasta 1990). En sus paredes retumbaron durante décadas las palabras del fundador Clifford Roberts: “Mientras yo viva, los jugadores serán blancos y los caddies serán negros”. Y así fue por decreto desde el nacimiento del Masters, en 1934, hasta 1982, año en que se levantó el veto a los caddies externos. Cada golfista solo podía jugar hasta entonces en Augusta con caddies locales. Y negros, claro, como decía el señor Roberts. Las únicas personas de esa raza con permiso para acceder al club eran sirvientes: llevar la bolsa de palos, cocinar, limpiar, atender en el restaurante…

Los caddies negros eran especialistas en descifrar los secretos del campo, únicos para entender los vientos, pisar las calles y leer los greens. Esa era su tierra, allí donde antes de un recorrido de 18 hoyos había plantaciones, ríos y pastos. Su gran aportación al Masters, a sus campeones y al golf ha sido ignorada durante mucho tiempo y solo ahora brota algún tímido reconocimiento. Esta semana se ha inaugurado en el barrio de Sand Hills una escultura en forma de tee que homenajea en un mural a aquellos grandes olvidados, pero sin apoyo del Masters. Tampoco este jueves hubo mención a Lee Elder cuando se cumplía medio siglo de aquella barrera derribada.
Sus nombres forman parte de la historia del golf aunque sean héroes anónimos: Willie Peterson, el caddie de Nicklaus en cinco de sus seis Masters, a quien el golfista pagó el entierro porque murió en la pobreza; Willie Perteet, el caddie del presidente Eisenhower cuando jugaba en Augusta; Jim Dent, que luego pasó a jugador profesional y ganó 12 torneos en el circuito sénior; y Carl Jackson, el último caddie negro de Augusta, retirado en 2015 a los 68 años después de 54 Masters, 39 de ellos en la bolsa de Ben Crenshaw (dos chaquetas verdes). La sabiduría de aquellos hombres era tal que hasta crearon una escuela de aprendices. La ciudad de Augusta sí les reconoce como parte de su patrimonio cultural.

Al año siguiente del fin la obligación de los caddies negros, solo 18 de 82 eran de esa raza. El final de aquella época lo vivieron Antonio Garrido y Manuel Piñero, que jugaron por primera y única vez el Masters en 1978. “Llegué y me asignaron un caddie local. Ganaba una tarifa designada más una propina que les dábamos. Conocía muy bien el campo. Mi problema era que yo no sabía muy bien inglés y tenía que ir con un traductor que nos acompañaba fuera de las cuerdas, y eso era un follón de mucho cuidado”, revive Antonio. Como Piñero, no pasó el corte y ganó 1.500 dólares. “El mío se llamaba Víctor y llevaba una gorra de cuero. También me hizo de caddie después en Miami”, recuerda el extremeño; “tenían mucha camaradería entre ellos, se contaban cosas. Para nosotros lo más difícil era leer los greens. En Europa eran más lentos y con nuestro toque de putt no era fácil adaptarse a Augusta. Yo era muy agresivo, los tiraba firmes, y allí no te puedes pasar. Ellos sabían cómo tirarlos”.
Hace 50 años Lee Elder demostró que el golf estaba más allá del color de la piel. Un hombre negro podía jugar el Masters, y ganarlo, y ser el mejor del mundo, como demostraría Tiger. Augusta, tan fiel a la historia y a las tradiciones, parece olvidarlo tanto como a sus famosos caddies.
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