Juan Ayuso abandona la víspera de la gran montaña del Giro de Italia
Victoria de Nico Denz en una etapa de transición antes del desafío final de Richard Carapaz a Isaac del Toro en los Alpes


Con calor y acelerado el Giro llega a las afueras de Monza, al pie de las montañas que decidirán el fin de semana el ganador final, y una fuga de 40 estilo gran día de fiesta en el Tour, de la que se extrae a 17 kilómetros el alemán Nico Denz para conseguir la victoria en Cesano Maderno, la Brianza hermosa de Miriam. Denz, de 31 años, es un veterano, un especialista en la temática, ya ganador así de dos etapas en el Giro del 23, un gregario que hace brillar los colores del Red Bull alicaído con la retirada de su jefe Primoz Roglic. Con habilidad y concentración, el alemán circunnavega una fuga de esas en la que en los últimos kilómetros se cruzan apuestas entre los corredores, quién ganará, quién hará el gamba. Cuando todos ponen su dinero por el incontenible Mads Pedersen, tremendo en rosa y ciclamen desde Albania, o por su compañero Mathias Vacek, el gigante checo que impresiona tanto como su Lidl plurivictorioso (seis etapas de las 17 han sido suyas), y los melancólicos, siempre, por Van Aert, Denz aprovecha el momento, un parón, un contrapié, un desacuerdo y vía.
🥇 @nicodenz wins in Cesano Maderno! #GirodItalia pic.twitter.com/MPonh6e7J5
— Giro d'Italia (@giroditalia) May 29, 2025
Por Juan Ayuso nadie apuesta un chavo. No está en una fuga de esprínteres y modestos, tampoco está en un Giro para él maldito, que ha abandonado en el kilómetro 35, cuando apenas había comenzado la ascensión a la Parlasco, en las riberas frondosas del lago de Como. 30 grados. Calor Tour y una Mercedes Vito para acoger al ciclista que llegó a la carrera con las máximas expectativas. Abandona vacío y tuerto. La falta de fuerzas comenzó el domingo de Siena, el 18 de mayo, con una caída que le abrió una herida en la rodilla y un ataque de su compañero de equipo Isaac del Toro imperial. La pérdida de visión de un ojo, el derecho, le sobrevino ascendiendo el miércoles rezagado en el autobús de los esprínteres el Mortirolo tan boscoso y soleado cuando una avispa se le metió entre las gafas y el párpado y le picó. A la salida de Morbegno se presentó con el ojo hinchado, cerrado, y dijo: “No puedo ver con el ojo derecho. El equipo me ha dicho que no saliera, pero he querido por lo menos probar para ayudar al equipo”. Menos de una hora después se dio cuenta de la inutilizada melancólica del empeño. El peligro que provocaba su falta parcial de visión en un pelotón en el que faltan ojos para ver el riesgo era mayor que su deseo de terminar el Giro sufriendo como un perro para demostrar su carácter.
En el aire perfumado de Parlasco, cuando la fuga ya huía, se descolgó a cola de pelotón para decirle a Fabio Baldato, el director del UAE, que no tenía sentido seguir en una carrera en la que estaba a casi una hora de su líder. Este le dijo que más adelante una furgoneta le transportaría. Se bajó, apoyó la bici en el vehículo y desapareció. Ningún director le despidió. El responsable del UAE, Mauro Gianetti, la víspera había asegurado que Ayuso seguiría en el equipo sin ningún género de dudas. Tiene contrato hasta 2028. Es su segundo abandono consecutivo en una gran vuelta después de dejar el pasado Tour a la mitad enfermo de covid.
Con la retirada de Vine, el miércoles, y del español, el UAE emprenderá el fin de semana alpino —viernes hasta Champoluc, cinco puertos remontando el Valle de Aosta en 166 kilómetros; sábado, 205 kilómetros hasta Sestriere y las colosales Finestre de tierra hasta 2.178m, Cima Coppi, de por medio— con solo cinco ayudantes para defender la rosa de Del Toro ante los ataques del desencadenado Richard Carapaz, que en Aosta ganó el Giro del 19 y sabe lo que se hace en las montañas.
También lo sabe Del Toro, que se conoce de memoria el Valle de Aosta de sus tiempos de juvenil residente en San Marino. “Estuve dos años corriendo el Giro del Valle”, recuerda. “Conozco las carreteras. Si tengo buenas sensaciones seguro que estaré allí, en la pelea”.
Del Toro llega con el pelotón a la meta, a cuarto de hora de Denz y le aclama medio mundo, y también un grupo de mexicanos fervorosos. “Los conozco a todos. Son de Ensenada, mi ciudad”, dice. “Es superagradable estar aquí viendo caras conocidas. Y han venido aquí para verme. Una sensación increíble que no había vivido nunca”. La presión que a otros paraliza, las expectativas que pueda frustrar no le preocupan. Solo siente amor, no mala sangre. “Ahora solo pienso en dormir bien y en un desayuno con Nutella mañana. Estoy muy tranquilo. Seguro que duermo bien. Si llego con mucho estrés, quizá nada salga bien, ¿no? Y el equipo siempre está ahí. Hacemos muchas bromas y es agradable el día a día y lo disfrutamos”.
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