Las jubilaciones y el éxodo de jóvenes ponen en jaque a los mercados municipales de la periferia de Barcelona
Los comerciantes apuestan por el comercio electrónico para dinamizar el sector ante la falta de relevo generacional

Entre los imponentes bloques de hormigón y las acentuadas cuestas de Ciutat Meridiana se esconde un tesoro al borde de quedar en el olvido: su mercado municipal. En lo que una vez fue el epicentro del comercio local y un hervidero de vecinos arriba y abajo, ahora se ha vaciado hasta el punto de que solo resisten tres paradas y un bar. Frente a la charcutería se sienta María Álvarez, conversa con una vecina porque con suerte hay cinco personas que deambulan por las entrañas del mercado. “Los jóvenes del barrio, cuando tienen un poco de poder adquisitivo, se van a otras zonas porque aquí no hay trabajo. Nadie quiere dedicarse a esto y debemos renovarnos para salvar nuestros comercios”, lamenta Álvarez. La esperanza del sector pasa ahora por apostar por la digitalización.
El abandono del mercado de Ciutat Meridiana empezó 15 años atrás, cuando el Ayuntamiento de Barcelona cerró la planta superior y se ubicó allí un supermercado. La veterana charcutera se jubilará el año que viene y no cree que nadie se interese en instalarse en su parada cuando se quede vacía. La crisis de vivienda y la falta de actividad económica del que es uno de los barrios más humildes de la ciudad ha provocado un éxodo de población joven que prefiere trasladarse a zonas más céntricas. Las dinámicas demográficas tampoco ayudan a recuperar este sector en el barrio. “Viene mucha población extranjera, cosa que no critico en absoluto, lo que ocurre es que crean sus propios gremios y no vienen a comprar aquí. Es evidente que una persona musulmana no me comprará a mí la carne, sino que irá a la carnicería halal”, sostiene Álvarez.
El mercado del barrio de Canyelles, un barrio obrero ubicado a los pies de la sierra de Collserola, es otro caso ilustrativo. Barcelona experimentó un momento de expansión de los mercados durante la década de 1970. “En sus inicios funcionaba a pleno rendimiento, pero acabó sufriendo un déficit de clientes porque son barrios con poca actividad económica. La mayoría de vecinos trabajan en otros barrios con más comercio, así que suelen comprar allí. En el mercado de Sants o el del Ninot, en la Nova Esquerra de l’Eixample, que cuentan con medio centenar de paradas, esto no pasa”, explica sc Leiva, pescadero y secretario general de la Federación de Mercados Municipales (FEMM).

Barcelona tiene 39 mercados alimentarios y cuatro no alimentarios repartidos en 40 edificios. Todos suman poco más de 2.000 establecimientos. Según el Instituto Municipal de Mercados (IMMB), en 2024 recibieron 72 millones de visitantes y siguen siendo el servicio municipal mejor valorado en las encuestas con una nota de 8 sobre 10. Pero la realidad es que los mercados del extrarradio se resienten por el envejecimiento de la población y la falta de profesionalización del sector. “Hace 40 años las paradas eran muy pequeñas, de cuatro o cinco metros cuadrados. Éramos muchos y muy peleados. Esto ahora es insostenible y el Ayuntamiento pide que los establecimientos sean algo más grandes y que abramos mañana y tarde. Queremos ser competitivos para que las multinacionales no se nos coman”, asegura Leiva. “El problema de que tengamos que trabajar más y en paradas más grandes es que necesitamos más personal”, cuenta.
Leiva lamenta que la figura del aprendiz haya desaparecido. “Iniciativas para la formación de jóvenes en el sector como los cursos que ofrece Mercabarna para gente desocupada están bien, pero no es lo mismo que conocer el producto en el mismo punto de venta. Antes te tirabas dos o tres años de cara al cliente para después pasar a ser el encargado”, relata.
El comercio en línea como salvación
La emergencia sanitaria desatada por la pandemia reforzó la necesidad de acelerar la digitalización de los mercados municipales, y para ello Barcelona puso en marcha el Plan de Digitalización de Mercados mediante la creación de un sistema municipal de compra en línea, un marketplace. El Consistorio, todavía en manos de la exalcaldesa Ada Colau, invirtió entre 2020 y 2023 cerca de 100 millones de euros para una remodelación generalizada, de los cuales 2,7 se han destinado a adaptar las infraestructuras al comercio digital. Actualmente solo faltan ocho por remodelar, y entre los proyectos más ambiciosos se encuentra la reforma del mercado de l’Abaceria (Gràcia), Sant Andreu, Horta y Montserrat (Nou Barris). Pero la apuesta digital tiene limitaciones y todavía no se ha consolidado. Según Leiva, en casos como pescaderías o carnicerías, las Ordenanzas Municipales solo les permite vender producto fresco.
Isaac Rodríguez, encargado de un establecimiento de conservas del mercado de Montserrat, considera que el Ayuntamiento se ha centrado fundamentalmente en los principales ejes comerciales. “La digitalización de los mercados no puede funcionar sin que vaya acompañada de una revitalización de los alrededores, y todo el mundo sabe que en la periferia no se ha invertido de la misma forma que en el centro”, asegura.
La excepción del Carmel, un barrio volcado con su mercado
Con 68 paradas abiertas, el mercado del Carmel es quizá la excepción que rompe la norma en los barrios periféricos. La imagen de ancianos y ancianas que salvan las pronunciadas calles cargados con carritos de tela es todavía muy habitual. El buen funcionamiento del mercado del Carmel, a escasos metros de la parcela que se hundió en el socavón de 2005, no puede entenderse sin la memoria de sus vecinos. Cuando ocurrió el desastre, un millar de vecinos tuvieron que ser desalojados. La crisis política y social fue tal, que los vecinos se volcaron impulsando el comercio local en solidaridad con los paradistas afectados.
Rosa Prun lleva 35 años a cargo de su pollería, y cuando se jubile, esta pasará a manos de su hermano menor. A pesar de ser un mercado efervescente, Prun es consciente de que no hay relevo generacional en la mayoría de establecimientos: “Hay varias paradas que están a punto de cerrar, y una vez cierran, no suelen abrirse de nuevo”.
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