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Alain Pérez: “De Paco de Lucía aprendí que había que tratar de alcanzar la perfección pero también emocionar”

El instrumentista y compositor cubano presenta junto con su orquesta su nuevo álbum en la sala Apolo de Barcelona, en medio de una gira por Europa

El músico Alain Pérez, en Madrid, días antes de la presentación de su nuevo disco en la sala Apolo de Barcelona.
Pedro Pinos

Asistir a un concierto de Alain Pérez (Manaca Iznaga, Cuba, 48 años) implica pasar por un carrusel de emociones. Graduado en guitarra clásica por la Escuela Nacional de Arte de Cuba, el instrumentista, arreglista, compositor y cantante, suele tocar, cantar y bailar durante más de tres horas en el escenario. En sus recitales recorre junto con su público los géneros más tradicionales de su país, como el chachachá, el son o el bolero, a los que agrega la energía desbordante de la timba e improvisaciones heredadas del jazz. El que fue bajista de Paco de Lucia durante una década, presenta por primera vez en vivo —junto con su compatriota Isaac Delgado— este sábado en la sala Apolo de Barcelona, Bingo, su último álbum. Producido en Cuba, Estados Unidos y España, el trabajo se suma a otros trabajos de música popular bailable como El cuento de la buena pipa (2020), ADN (2018) o Chá Chá Chá: Homenaje a lo tradicional, que le valió un Grammy Latino en el 2021.

Aunque reside en Cuba —país al que regresó en 2018 después de dos décadas viviendo en España—, el músico considera a España como una “segunda casa”. Llegó a Europa como músico de la orquesta de Isaac Delgado en 1998, y trabajó durante dos décadas con artistas como Niño Josele, Enrique Morente, Celia Cruz y sobre todo como bajista de Paco de Lucía, que le dejó “fascinado por su aura y su carácter” y de quien heredó “el tratar de alcanzar la perfección y al mismo emocionar al público”.

Tras su encuentro con el guitarrista, el compositor tuvo con el flamenco una conexión instantánea. “Tengo una buena cantidad de varas gitanas que me han regalado los patriarcas”, comenta con una sonrisa.

Después de dos décadas en España, regresó a su isla para “transmitir mi experiencia de 20 años trabajando en diferentes escenarios del mundo y llevar todo ese aprendizaje a las nuevas generaciones”, asegura. La orquesta a la que llevará de gira por Europa y escenarios como el Lincoln Center, compuesta por 12 músicos de su alma mater, tiene un promedio de edad de 23 años, y algunos de los integrantes acaban de cumplir la mayoría de edad. “Me siento en el compromiso de seguir enseñando para que no se pierda la estética de la música cubana, es la segunda generación de músicos que formo”, explica. A través de su experiencia emula lo que alguna vez hicieron por él maestros como Chucho Valdés, quien le llevó a tocar en Irakere —una de las orquestas más importantes de latin jazz de la historia— con sólo 17 años: “El sonido me marcó para siempre, fue como realizar un máster antes de tiempo”, recuerda.

El músico Alain Pérez, en Madrid, días antes de la presentación de su nuevo disco en la sala Apolo de Barcelona.

Proveniente de una familia de músicos, fue su padre, Gradelio Pérez, con quien ha compuesto varias de sus canciones, el primero que descubrió su talento innato. “La música tradicional se me quedó en las entrañas y tuve la suerte de empezar en esa dirección, con el punto guajiro, el son y la guaracha”, asegura. Con 7 años ya cantaba y tocaba la guitarra, y con 9 años dejó de su pueblo natal en dirección a Cienfuegos para tocar con Cielito Lindo, su primera agrupación. “El mismo día que me probaron me quedé a vivir lejos de mi casa, desde entonces la música lo inundó todo, incluso las carencias estaban sustituidas por la música”, confiesa.

Pese a que a su regreso la isla lo acogió con los brazos abiertos, sus últimos trabajos han estado marcados por la dificultad que implica trabajar en medio de una escasez de electricidad. “Hay problemas de energía, colapsos de corriente de cinco días, estar en el estudio y tener que regresar a casa porque no hay corriente, tener que suspender turnos de grabación...”. “Trabajar en esa precariedad te hace más sensible y al mismo tiempo más fuerte”, afirma.

Los arreglos y composiciones del bajista pueden escucharse al mismo tiempo en las mejores escuelas de jazz de Nueva York y en las calles de La Habana. “Yo me miro en el espejo de gente como Juan Luis Guerra o Rubén Blades, el mismo Benny Moré hizo música muy popular en los años cincuenta y al mismo tiempo eran composiciones exquisitas”, apunta el músico, que suele usar en sus conciertos un bastón en homenaje a Moré, “el bárbaro del ritmo”. Sus creaciones empiezan con una melodía, que toma forma enseguida con una guitarra o un piano. “Lo más importante es que mis canciones tengan espiritualidad, siempre pongo en primer plano las emociones”, asegura.

Su último álbum, “el de mayor madurez”, según el propio artista, está plagado de ritmos tradicionales cubanos, a los que se agregarán canciones como Ya no vale, compuesta junto a su padre hace más de 20 años y cantada junto a Tito Nieves u otras como Reina de corazones o Andaba solo, con Gilberto Santa Rosa. Entre las novedades también están la incorporación de su hermano, Rainer Pérez, como compositor. En relación a otros álbumes, “hay una diferencia en el nivel de producción, el cariño y la curaduría de las canciones”, aunque siempre, “con mucha entrega y mucha pasión”. La de este sábado será la quinta presentación del bajista en la sala Apolo de la capital catalana: “Creo que esta vez hay una ilusión tremenda, será una inyección de ganas y adrenalina brutal”, concluye.

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