Forenses en Galicia: el sinvivir de una guardia de 168 horas
Los médicos de los juzgados llevan años reclamando a la Xunta la guardia de una jornada. Siete días y noches seguidas, ocho en la práctica, tienen que recorrer cientos de kilómetros para levantar cadáveres o atender casos de maltrato o agresión sexual por 1,42 euros la hora

Sucedió hace un lustro, en los últimos meses del año. El entonces conselleiro de Presidencia, delfín de Feijóo y hoy presidente de la Xunta, Alfonso Rueda, despedía a representantes de los forenses gallegos tras una reunión en la que ellos le habían descrito lo insufrible e injusto de sus guardias de semana entera. Esta vez, como tantas otras que se habían reunido con responsables en despachos de la istración gallega, a los médicos de los juzgados se les daba la razón y se les consolaba con buenas palabras. Pero Rueda iba más lejos y lanzaba una promesa. “Nos dijo que tendríamos un buen regalo de Reyes”, recuerda ahora Fernando Serrulla, uno de los mayores especialistas en antropología forense de España, con base en el Hospital de Verín (Ourense). Serrulla es, entre otras muchas cosas, presidente de la Asociación Galega de Médicos Forenses (AGMF), y estos días, después de 15 años reclamando un trato igual al resto de los profesionales de la medicina legal en España, su colectivo ha pasado a la acción, porque aquel “regalo de Reyes” nunca llegó. Los forenses gallegos, casi 70 repartidos entre las sedes del Imelga (Instituto de Medicina Legal de Galicia) en Vigo, A Coruña, Santiago, Lugo, Pontevedra, Ourense y Ferrol, están obligados a guardias de una semana, día y noche de lunes a domingo, en contra de una disposición del Ministerio de Justicia publicada en el BOE en 2014 y de una propuesta de plan de guardias, también de ámbito estatal.
Este segundo documento sirve de base a otras comunidades autónomas para permitir guardias de más de 24 horas en caso de zonas con menos de seis forenses en plantilla, pero esa justificación, en Galicia, únicamente se da en Ferrol, con solo cinco especialistas. Los forenses gallegos tienen una obligación de estar siempre alerta que, en la práctica, se alarga ocho jornadas seguidas porque el lunes siguiente suelen tener que dedicarlo a redactar los informes de sus últimas urgencias del domingo. En estas guardias, calculan, pueden tener que atender dos o más denuncias de agresión sexual (una realidad que se dispara “en verano y en fiestas, casi siempre de madrugada”); varios casos de violencia de género (más en las áreas urbanas), que requieren respuesta inmediata y exploración física y psicológica; tomas de ADN; asistencias a detenidos; e internamientos urgentes de enfermos mentales o ancianos en situación extrema. En esas 168 horas, además, llega a haber cinco llamadas para asistir a levantamientos de cadáveres, bien porque se trata de una muerte violenta o porque es natural, pero envuelta en circunstancias anómalas.

La conciliación familiar es una entelequia, y esto lo sufren, especialmente, “las mujeres y los jóvenes con hijos pequeños”, reconoce Serrulla. “Hay muchas casuísticas en España, pero somos la única comunidad que no tiene reconocidas las guardias de 24 horas”, afirma el veterano forense. “Somos muy educados, gente muy cumplidora, pero ahora tenemos que dar un golpe en la mesa, y si es preciso, llegar a los tribunales”, avisa. El golpe en la mesa llegó hace unos días en forma de nota de prensa en la que la asociación sacaba a la luz esta insospechada carga laboral: siete, y en la práctica ocho días de guardia seguidos cada mes. “Que se convierten en 16, siempre localizado″, comenta Iria del Río, forense en Pontevedra, “si además te toca estar de retén otra semana”, es decir, de compañero de apoyo del forense de guardia, por si la situación se complica y se ve desbordado por los sucesos.
En todo ese tiempo, que compaginan con su trabajo ordinario, no pueden hacer planes, ni ninguna actividad privada que pueda suponer quedarse sin cobertura, atascados en una zona con mucho tráfico o practicando un deporte que impida regresar al coche y al trabajo en menos de 15 minutos. No están en el régimen de los médicos, ni en el de los jueces. Son “personal de servicio” de la istración de Justicia. Con la peculiaridad de que no pueden bajar jamás el estado de vigilancia porque los sucesos no ocurren en horario de oficina. “Tenemos un compañero que le deja el móvil al monitor de natación para poder meterse en la piscina”, cuenta una especialista, “otra que vivía donde se celebra la fiesta del Albariño, en Cambados [Pontevedra], pasaba las guardias desesperada”. Toda una semana “con la carretera completamente atascada”, no podía estar en su casa.
Iria del Río es madre de cuatro niños de entre 2 y 10 años; su pareja es guardia civil. Si no fuera por el colchón familiar que le brindan sus padres, asumir estas guardias interminables sería imposible. El plan más ambicioso que pueden permitirse esta forense y sus pequeños es “ir a jugar al parque que hay al lado de casa de los abuelos”. En una zona muy turística (Sanxenxo y O Grove) y muy poblada como la suya, “ir a la playa queda descartado” por los embotellamientos que se forman.
“Los niños ya están acostumbrados, tienen asumido que mamá lleva el teléfono de guardia”. En realidad, lo entienden menos algunos jueces: “A veces estamos atendiendo una guardia en un lugar remoto y nos llaman porque ese día nos toca declarar en algún juicio. Yo he declarado por el móvil desde el coche”, comenta la forense pontevedresa, “pero si falla la cobertura, de primeras te comes la bronca del magistrado de turno”.
Después de que la prensa gallega publicase la nota, la Xunta se revolvió negando que Galicia fuese la única comunidad en esta situación. Así que los forenses realizaron una encuesta telefónica llamando a compañeros de las demás autonomías, incluso Ceuta y Melilla, y confirmaron lo que ya sabían. Salvo en Galicia, la guardia de 24 horas está reconocida, aunque existen provincias en las que, si hay menos de seis forenses, los turnos son más largos. Sin embargo, las condiciones son diferentes, empezando por la remuneración. Un forense gallego cobra por cada hora de guardia 1,42 euros netos sin distinción de festivos o laborables.
Al final de una semana, por este trabajo cualificado a tiempo completo reciben unos 240 euros netos, menos que en las guardias de un día en otras comunidades. Esto “es insultante” y está “muy alejado de lo que cobra un trabajador no cualificado, por ejemplo, de limpieza, 10 euros por hora. Y mucho más alejado de lo que la misma Xunta paga a los médicos de Atención Primaria del Sergas (Servizo Galego de Saúde): sobre 20 euros netos la hora”, detalla la AGMF.
“Somos los únicos profesionales de la istración de Justicia que se movilizan en la guardia a cualquier hora por todo el territorio, haya temporal, ola de calor, frío, viento o nieve. En domicilios, caminos, carreteras, montes, ríos o playas”, detallan en su comunicado: “Y aunque trabajes toda la noche, nadie te releva de tus obligaciones al día siguiente”.
“El otro día tuve un levantamiento en O Barco de Valdeorras. Salí a las 12.30 horas y volví a las siete de la tarde. Mi vida de guardia me la paso en el coche”, resume Serrulla. Él cubre toda la provincia de Ourense, salvo la capital. En Lugo pasa algo parecido: hay un forense de guardia para los pueblos del norte y otro para los del sur. Galicia, con su dispersión poblacional y la mitad de los núcleos habitados de toda España, es un rizado laberinto de carreteras, pistas y corredoiras. Al final de una guardia, superan fácilmente los 2.000 kilómetros. Cualquier levantamiento de cadáver, más al día siguiente la autopsia, más el posterior informe y todos los dosieres que hay que preparar, requiere al menos entre ocho y 10 horas de trabajo.
“No entendemos cuál es la ley que rige en España para todos los médicos forenses que en Galicia no puede aplicarse”, protesta el colectivo: “Tanto desde la AGMF como desde la dirección del Imelga mantuvimos todo tipo de reuniones. Se nos reconoce verbalmente que nos asiste la razón, pero nadie ha sido capaz de desbloquear la situación”. Los estudiantes de Medicina en Galicia no quieren ni oír hablar de la rama legal. “De 200 médicos que pueden salir en cada promoción en Santiago, la mayoría de los años salen cero forenses”, asegura Del Río. “Lo que se nos paga por las guardias es un agravio tremendo... Somos forenses por vocación porque, si no, estaríamos en el Sergas, con un sueldo más alto”.
"Hay que visitar las casas de los ancianos que viven solos para tener una percepción real"
Si en la ciudad abundan más los casos de violencia de género, en la extensa Galicia rural lo que es una “epidemia” son los dramas derivados del envejecimiento y la despoblación. “La soledad hace estragos, degrada a toda velocidad”, denuncia Serrulla, “cada vez me llaman más jueces por temas urgentes de ancianos en situación de diógenes, comidos por las ratas, enfermos, que viven en muy malas condiciones, que han descontrolado la medicación... no vale verlos en la consulta, hay que visitar sus casas para tener una percepción real”. “En Ourense estamos cansados de levantar cadáveres de ancianos que vivían solos”, lamenta el presidente de la AGMF.
A los forenses también les toca muchas veces hacer el trabajo que otros profesionales no hacen. “El otro día tuve que ir a las dos de la madrugada a casa de una señora encamada que había fallecido a las ocho de la tarde", recuerda Iria del Río: "Resulta que el seguro privado que pagaba dijo que no tenía ambulancia y el 061 no mandaba un equipo argumentando que era obligación del seguro". "Acabó yendo la policía, y los agentes tuvieron que llamar al juzgado. Hubo una falta de humanidad tremenda, y la familia se angustió más al ver llegar a una forense", reconoce. "No entendían nada, porque la anciana estaba superbién cuidada... A mí solo me movilizaron porque alguien tenía que decir que había muerto”.
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