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Las extrañas compañías de tumba de Francisco: de un golpista fascista al Papa que quemó a Giordano Bruno

Santa María la Mayor, donde ya hay colas para visitar al difunto, acoge también los restos de Junio Valerio Borghese, la hermana de Napoléon que escandalizó con su desnudo y de otros siete pontífices, entre ellos uno de los más antisemitas

Largas colas para acceder en la Basílica de Santa María la Mayor en Roma, donde se encuentra la tumba de Papa Francisco, este domingo.Foto: Massimiliano Minocri | Vídeo: EPV
Íñigo Domínguez

El difunto papa Francisco reposa ya en la basílica de Santa María la Mayor, según se entra, al fondo a la izquierda, donde ya este domingo ha habido largas colas para visitar su tumba. Hasta dos horas de espera, 31.000 personas contabilizadas a la una del mediodía y escenas de masificación que empujaron a pedir calma por megafonía. No se permite detenerse ante la lápida de Jorge Mario Bergoglio para agilizar el paso de la multitud. La prisa y la atención sobre el Pontífice no dejan, en realidad, prestar atención a otros detalles curiosos del templo, como el de sus sorprendentes compañeros de sepultura.

El más llamativo seguramente sea Junio Valerio Borghese, famoso jerarca fascista que combatió en la Guerra Civil española y al final de la II Guerra Mundial. Fiel a la última República de Salò de Mussolini, cometió crímenes de guerra como comandante de la tristemente célebre división Xª Mas. Fue el primer presidente del partido posfascista MSI, en el que empezó su carrera la primera ministra Giorgia Meloni, e incluso intentó un golpe de Estado en Italia en 1970, denominado por esa razón, en los libros de historia, golpe Borghese. Tras fracasar en su asonada, huyó a la España franquista, refugio seguro de neofascistas italianos, donde murió en Cádiz en 1974, con algunas sospechas de que fue envenenado, para asegurarse de que guardara silencio sobre oscuros secretos de las cloacas italianas. El funeral fue también una cosa bastante fascista, porque iba a ser una ceremonia privada, vigilada por la policía, pero una multitud de correligionarios se llevó el ataúd y lo pasearon entre vítores y saludos mano en alto.

Una sora sobre la tumba del papa Francisco en la basílica de Santa María la Mayor en Roma.

Su presencia en el templo se debe a que pertenece a la familia Borghese y sus restos se hallan en la capilla de la familia, donde hay otros ilustres parientes suyos. Por ejemplo, la hermana pequeña de Napoleón, Paulina, que se casó con un príncipe de los Borghese, motivo por el cual la famosa escultura que le hizo Antonio Canova en 1805 se puede contemplar ahora en el maravilloso museo de la Galleria Borghese de Roma. Esa obra, que representa a Paulina como Venus, desnuda en un colchón que parece mullido aunque sea de mármol gracias al genial escultor, causó gran escándalo en su día, también porque culminaba una carrera de amores y romances que fueron pasto continuo de cotilleos en Roma.

En todo caso, el más famoso de la familia Borghese que descansa en la capilla es el papa Pablo V, irador de Caravaggio, que le hizo su retrato más famoso, y que entre otras obras públicas es el responsable de la actual fachada de San Pedro. De hecho, su nombre está escrito en latín en letras enormes sobre el balcón al que se asomará el nuevo papa en unos días.

Hay otros seis pontífices en la basílica, además de Francisco y Pablo V (el más antiguo es Onofrio III, del siglo XIII), y no todos tan presentables. Por ejemplo, Clemente VIII, que en 1600 condenó a la hoguera al filósofo Giordano Bruno, quemado vivo en la plaza de Campo de Fiori, donde ahora se yergue una estatua del pensador en medio del mercado instalado cada día. También condenó a muerte a Beatrice Cenci, heroína popular de Roma que mató a su padre, maltratador y que abusaba de ella, y por ello fue decapitada. Detalle ibérico: fue el papa que retiró la excomunión a quien participara en corridas de toros, impuesta 30 años antes, en 1567, por Pío V (que no era muy de fiestas, también eliminó los bufones de la corte pontificia).

 Miles de turistas y fieles han esperado largas horas para acceder a la basílica Santa María la Mayor en el primer día después del funeral del papa Francisco.

Pío V, sucesor de Clemente VIII, está también enterrado en la basílica y no solo tenía aversión a los toros, también ha sido uno de los papas más antisemitas. Inquisidor dominico, consolidó el gueto de Roma, creado años antes a imitación del primero de la historia, el de Venecia (gueto es una palabra veneciana). Era una zona de la ciudad ―aún existe el barrio en el mismo lugar― donde los judíos tenían que vivir encerrados y se les obligaba a escuchar sermones para que se acabaran convirtiendo. Con una bula papal expulsó a todos los judíos de los Estados Pontificios, salvo si vivían en los guetos de Roma, Ancona y Aviñón. Fue el papa que montó la armada de la batalla de Lepanto. Acabó siendo el único papa declarado santo en seis siglos, hasta 1954.

La personalidad más insigne enterrada en Santa María la Mayor sin duda es Gian Lorenzo Bernini, genio absoluto de la escultura.

Menos conocido, pero que en su día también hizo un poco de historia, es el primer embajador africano que fue al Vaticano: Antonio Emmanuele Ne Vunda, del reino del Congo, en la actual Angola, que viajó a Roma en 1604 para ser recibido por Pablo V. Entonces semejante trayecto no era un paseo: tardó cuatro años en llegar, asaltado por los piratas, dando un rodeo por España y con todo tipo de peripecias. Llegó tan maltrecho que murió al poco de llegar, aunque tuvo tiempo de presentar sus credenciales, ya desde el lecho de muerte. El propio Papa fue a verle porque el pobre no se podía mover. Y ya no se movió de Roma.

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Sobre la firma

Íñigo Domínguez
Corresponsal en Roma desde 2024. Antes lo fue de 2001 a 2015, año en que se trasladó a Madrid y comenzó a trabajar en EL PAÍS. Es autor de cuatro libros sobre la mafia, viajes y reportajes.
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