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Columna
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Trump claudica

El presidente de Estados Unidos echa el freno a la guerra comercial ante la resistencia de China y el desastre que puede suponer para su propio país

The New York Stock Exchange
Xavier Vidal-Folch

Donald Trump puso la directa a su política hiperproteccionista el 2 de abril, día de “la liberación” (sic). El envite duró menos que un ensalmo. El día 9, lo rebajó a punto muerto, con una pausa general de 90 días en sus aranceles “recíprocos”. Salvo para China, a la que los multiplicó. Y esta semana ha iniciado la marcha atrás. La claudicación.

La apariencia de rendición a China es abrumadora. Como esta se negaba a implorarle clemencia y replicaba al minuto con aranceles de igual calibre, se los subió al 145%. Un desatino. Además, inútil, pues a partir del 30% de alza toda exportación suele perder viabilidad, al resultar imposible repercutirle ese coste. Y Beijing siguió callando y respondiendo, ese senequismo confuciano. Al fin, el secretario del Tesoro, Scott Bessent, ha reconocido (en privado, a los banqueros de JP Morgan) que una guerra comercial con China “es insostenible”. Y Trump sostiene ahora que “vamos a tener un acuerdo justo” con ese país, mientras crece la hipótesis de un drástico recorte del arancel, quizá al 50%, o al 35%...

La segunda marcha atrás ha sido con el presidente de la Reserva Federal, Jerome Powell. De postular su “pronta destitución” (a lo que contraatacó) y alardear de que “si quiero echarlo, lo haré muy rápido”, Trump ha pasado a musitar su deseo de que rebaje ya los tipos de interés… “pero no, no tengo intención de despedirle”. Síntoma del terror a que una batalla con el banco central desatase un crack financiero mundial.

También se le apareció el fantasma de una crisis interna en modo “estanterías vacías”: como la evaporación de las salchichas en los súpers de Irlanda del Norte, cuando el Brexit. Se lo advirtieron los jefes de las grandes cadenas comerciales, inquietos por el efecto de la ruptura de las cadenas de valor globales. Y el FMI rebajó su pronóstico de crecimiento económico para EE UU este año, al 1,8%... ¡frente al 2,8% de Joe Biden en 2024!, y otorgando a una recesión doméstica una probabilidad del 37%.

Como remate, su íntimo Elon Musk semidimitía, para acudir solo un día a la semana al departamento de recortes, despidos y crueldades (bautizados como “eficiencia”). Alegó como motivo que su automovilística Tesla desplomó un 71% sus beneficios en el primer trimestre, por culpa de su desempeño político (pronazi).

Aún no sabemos el alcance de la claudicación. Depende de si el encaje de la derrota ante los mercados, los rivales, los banqueros, los tenedores de deuda y el mundo entero, o sea, ante el 85% de la economía mundial a la que desafió, es total o parcial. Si supone el inicio del completo derrumbe de su política, algo difícil dado su carácter sacramental, aunque sus daños económicos sean ya tangibles. O solo el final de una fase muy aguda de la guerra arancelaria, que daría paso a otra de aristas recortadas.

Lo peor es el desplome de la confianza en el timonel de la superpotencia, ay, ex liberal.

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