¿Acaba ‘McGyver’?
La relación entre Musk, la personalidad social más influyente del imperio, y Trump, su gobernante más despótico, estaba condenada al fracaso


La marcha de Musk del Gobierno estadounidense será todavía más desoladora que el fin de la serie McGyver en nuestra adolescencia. ¿Qué haremos sin el espectáculo de un hombre que lo hace todo, desde rescatar astronautas atrapados en la Estación Espacial Internacional hasta investigar la filtración del chat de Signal sobre una operación militar en Yemen, pasando por sortear cheques de un millón de dólares en Wisconsin para inclinar la balanza en la votación de un juez del Supremo estatal, recortar gasto superfluo en el Gobierno federal y cerrar oficinas federales en Idaho o Sudán del Sur? Todo mientras ha tenido ya a unos 14 hijos.
La relación entre la personalidad social más influyente del imperio más poderoso y su gobernante más despótico está tan condenada al fracaso como la de sus predecesores Séneca y Nerón. Está escrita en los manuales de historia, en los libros de los profetas y en el refranero popular. Dos gallos, tan ególatras como inestables, tendrán que romper tarde o temprano. Y, como el filósofo Séneca y el tirano Nerón en Roma, o el vidente Samuel y el rey Saúl en Israel, la separación será lenta y dolorosa, alternando alabanzas y reproches, exilios y perdones, un tira y afloja dramático que se eternizará hasta que uno de los dos desaparezca de la vida pública.
Lo único previsible en la carrera de estos dos genios, el de las ideas y el de la política, es que sus caminos, que se han cruzado en la vida, están destinados a separarse. No tanto porque sus ambiciones choquen, sino porque sus mentes no se tocan. Musk es un rupturista con la cartera de inversiones más diversificada, ambiciosa y fructífera del planeta ―aunque esté llena de agujeros éticos―. Y Trump es un reaccionario que lo ha apostado todo a un sueño, el Make America Great Again, megalómano y estéril.
¿Es su distanciamiento una buena noticia? Como hace dos mil años, no parece que un Nerón solitario sea mejor que uno con Séneca. Musk, a pesar de su impulsivo despotismo, su insaciable egolatría y su irreflexiva terquedad desmontando la istración federal, ha intentado ser una voz externa ―a veces con perspectiva global e incluso ecos galácticos― en la cueva de paleoconservadores donde se cocinan, al fuego más vivo, las demenciales políticas económicas de Trump. Y, por ejemplo, desde un primer momento, el magnate de Tesla se opuso a la guerra arancelaria.
Ahora Nerón se quedará solo con su lira, cantando mientras el mundo arde por su irresponsabilidad. Es el principio del fin. Lo que no sabemos es si de él o del imperio.
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