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“Soy matrona y hubo un momento en el que el padre tuvo que poner una linterna en el parto” | Las historias del apagón de los lectores

Lo sucedido este lunes ha dejado en evidencia nuestra dependencia de la electricidad y la avería ha causado infinidad de problemas en toda España. Relatos en primera persona de una jornada sin luz

Un grupo de turistas camina hasta Getafe por el apagón masivo, el 28 de abril de 2025. Fotografía cedida por Carmen Escriu.
El País

España ha vivido este lunes el mayor apagón de su historia, un hecho sin precedentes que demostró la dependencia absoluta de nuestro modo de vida de la electricidad. Muchos vivieron el suceso con angustia al no saber lo que ocurría, al quedarse atrapados en un tren o por no poder ponerse en o con sus seres queridos. Otros, sin embargo, aprovecharon la desconexión forzosa de internet para vivir unas horas al sol, o en familia.

Hemos pedido a los lectores de EL PAÍS que nos cuenten sus historias del apagón. Esta es una selección:

Laura Aracil García, 56 años. Madrid

Ayer iba en el tren a Málaga que salió de Madrid a las 11:55 de la mañana. Pasando cerca de Malagón, Ciudad Real, el tren se paró por el apagón. Nos llevaron a un pabellón en el pueblo y estuvimos todo el tren "durmiendo" ahí. Nos trajeron algunos colchones y repartieron por el pueblo a la gente mayor para que pudieran dormir en una cama. La Policía y Guardia Civil de Malagón repartió agua, alimentos y colchones. Vino mucha gente del pueblo como voluntarios y nos ayudaron en todo lo que pudieron. También repartieron pañales y toallitas para los niños y se encargaron de que viniera asistencia médica para atender a quien se encontraba mal. En el tren hubo algunas personas con ataques de ansiedad y mareos. También se preocuparon de encontrar medicinas para las personas a las que les faltaba su medicación. Esta mañana nos han llevado en autobuses hasta Ciudad Real, y ya ha salido el tren hacia Málaga. Dentro de lo malo siempre hay alguna buena historia. Al final, lo que hace que este país valga la pena son esas personas que siempre están dispuestas a echar una mano. La gente del tren también estuvo muy dispuesta a ayudar y a colaborar en todo. Quiero mandar un agradecimiento a la gente de Malagón de parte de todo el tren.

Julia Delgado Yelul, 40 años. Cartagena

Celebrando los 33 de una buena amiga en un parque con una tarta de la que comimos todos porque se nos olvidaron los platos. ¡Volvimos a los 15 años de golpe! Pero ese cumple no se nos va a olvidar a ninguno.

Sensi Hernández Amo, 35 años. Nueva Carteya (Córdoba)

Con un bebé de tres meses, tuvimos que calentar agua para los biberones con una olla en un camping gas. La suerte es que, al menos, el termo de la ducha era de gas. Nos duchamos con velas en el baño. Para cenar, tiramos de tapas de queso, fuet y guacamole. Preparamos velas para la noche. Aquí, la suerte es que anochece ya más tarde y tuvimos luz hasta las 21:30. A las 22:30 estábamos acostados junto con el bebé. A las 3:30 de la mañana vino la luz. Justo yo estaba despierta y como las habíamos dejado puestas saltaron todas de golpe. Hasta las 11 de la mañana no hemos tenido Internet. Es increíble la dependencia de la luz, y nosotros al estar en un pueblo pequeño no lo notamos tanto a nivel tráfico y demás, pero las farmacias, tiendas y bares estuvieron cerrados. Parecía apocalíptico. 

Álvaro Castilla Lamas, 20 años. Albacete

Soy de Albacete, pero el apagón me pilló en Madrid porque mi familia es de allí. Mi anécdota es una de acercamiento entre la gente en tiempos de dificultad. Yo me encontraba en una casa en Arturo Soria, pero necesitaba saber que mi abuela había llegado a la suya en Nuevos Ministerios. Sin embargo, en la radio decían que había que evitar coger el coche a toda costa. Puse un cartel manuscrito en el portal del edificio para ver si alguien me prestaba una bici o patinete. Los vecinos no tardaron en volcarse y, tras alguna dificultad para conseguir hinchar o abrir el candado de una bici, me consiguieron un patinete. Acabé cruzando de Arturo Soria a Nuevos Ministerios en patinete.

Marisa Fraga, 68 años. Corpa ( Madrid)

Se vinieron a mi casa mis hijos y nietos. Nos fuimos a dar un paseo al campo con los perros. Constaté qué mis hijos saldrían adelante en un apocalipsis zombi o en una catástrofe. Y que mis nietos durarían cinco minutos, matando zombis con el móvil o la espada láser. O los matarían a quejas porque no hay luz, no se carga el móvil, les han jodido la partida en la play o porque no funciona Instagram. Pobrecitos, cuánta desgracia les ha caído encima.

Evelin Coronado Sánchez, 38 años. Albacete

Nosotros hicimos una quedada vecinal espontánea. Cada cual trajo algo de aperitivo. Unas patatillas, unas aceitunas, alguna que otra botella de vino. Subieron a nuestra casa, adecentamos en un momento la terraza y a lo que nos dimos cuenta eran las 11 de la noche. Lo más curioso fue cuando bajamos a nuestra perrita a dar el paseo de la noche. Había un cielo impresionante lleno de estrellas y las otras personas con sus mascotas paseaban a la luz de sus linternas. La verdad es que fue bonito. ¡Y comenzamos a hacer red vecinal!

Pepa Camacho, 56 años. Madrid

Trabajo en un supermercado. Ayer me tocó ser cajera y, en apenas cuatro horas, nos dejaron la tienda vacía de papel higiénico (otra vez),  velas, pan, leche, etc. La gente venía con angustia e incertidumbre y nosotros estábamos desesperados por no poder ar con nuestras familias. Aun así, me di cuenta de que somos capaces de superar lo que nos echen y somos más solidarios y empáticos de lo que pensamos. Mucha gente se preocupaba por nosotros y lo duro de nuestro trabajo con la que estaba cayendo. Conclusión: hemos dado, otra vez, ejemplo de gran país.

Carmen Escriu, 36 años. Guatemala.

Somos turistas de Guatemala, ayer estábamos de visita en Madrid. Nos dimos cuenta del apagón en la plaza Cibeles, acabábamos de pasar a conocer el Retiro (muy lindo, por cierto). Los semáforos ya no servían en ese momento. Estábamos esperando a otra persona del grupo cerca del hotel Four Seasons. A las tres de la tarde nos juntamos con ella. Desde ahí caminamos hasta la plaza Elíptica en búsqueda de transporte para llegar a Getafe, donde nos quedábamos con una sobrina. Estando en la plaza Elíptica, no había buses o ya estaban llenos y los taxis no paraban. Decidimos caminar en dirección a Getafe para ver si conseguíamos Uber o taxi. Pasamos esta señal que indicaba que nos quedaban cinco kilómetros. Avanzamos un poco más y entonces una pareja en un sedán negro nos ofreció jalón hacia Getafe. Éramos cuatro y nos metimos como pudimos. Llegamos finalmente gracias a esos buenos samaritanos.

Marta Escobedo, 22 años. Madrid

El apagón me pilló en el Hospital Ramón y Cajal, visitando a mi abuelo que se encontraba ingresado. Durante los dos segundos que duró la oscuridad en las habitaciones hasta que arrancó el generador, solo me pasaban por la cabeza las personas que se encontraban en la UCI, aquellas conectadas a máquinas de soporte vital y también la bomba de medicación a la que mi abuelo estaba enchufado. También todos los enfermos incomunicados que se encontraban solos, sin información y sin poder comunicarse con sus seres queridos. Quería aprovechar el espacio para dar las gracias (otra vez) al personal sanitario, sea cual sea, por tratarnos a los ciudadanos con un cuidado y una vocación que nosotros todavía no sabemos devolverles. En especial a la planta de cardiología y a las urgencias del Ramón y Cajal, que anoche hicieron una jornada espectacular y mantuvieron la calma y su servicio.

Elena Vara Montenegro, 35 años. Tudela de Duero (Valladolid)

Soy matrona en un hospital. El apagón nos ha pillado atendiendo un parto, se ha dado la curiosa circunstancia de que, en el minuto que ha durado hasta que han saltado los generadores del hospital, el padre nos ha estado alumbrando con la linterna del móvil para que pudiéramos ver algo. Por suerte el bebé acababa de nacer unos minutos antes y todo ha salido bien. La situación más curiosa que he vivido a nivel laboral nunca.

Manuel Serrano, 53 años. Cubelles (Barcelona)

Nosotros siempre tenemos docenas de velitas y luces solares porque nos encanta crear ambiente. Como no había tele, ni móvil, ni teníamos radio, nos dimos un baño en la playa, cenamos una ensalada y sacamos el ajedrez y juegos de memoria, todo a la luz de velas. Nos acostamos pronto y la luz volvió a eso de las 3:15 de la madrugada. No echamos de menos ni redes sociales ni WhatsApp, la conversación nunca ha de perderse. Seguro que hay adolescentes que hablaron por primera vez con sus padres.

Francislena Silva, 33 años. Madrid

Una chica y yo lo vivimos atrapadas por casi tres horas en un ascensor del metro en Ciudad de los Ángeles, en Madrid, hasta que nos rescataron los bomberos haciendo un agujero en el techo. Acababa de dejar mi hija autista en el colegio después de su terapia. El ascensor se paró, ya no funcionaban los móviles. Estábamos desesperadas porque nadie nos oía, hasta que una trabajadora del metro nos escuchó. Pero nadie tenía señal para hablar con emergencias. Hasta que Dayan, la chica que se quedó encerrada conmigo, la consiguió. Nos dijeron que teníamos que esperar. Al llegar, los bomberos intentaron de todo para ver las posibilidades que tenían de abrir el ascensor por arriba, pero llegaron la conclusión de que había que cortar el techo. Empezaron con una sierra y, mientras, nosotras nos cubrimos con el carrito de bebé que tenía vacío después de haber llevado a mi hija al colegio. Después de casi tres horas nos sacaron por el techo. En algunos momentos estuvimos nerviosas, otros charlando, pero sobre todo lloramos de alivio al ser rescatadas por los bomberos y poder ir a ver a nuestros hijos.

Iris Del Valle, 39 años. Ortigueira (A Coruña)

El 16 de enero es el Día Internacional de la Croqueta. Lo sé porque ese día, hace dos años, mi pareja hizo kilos de croquetas para congelar. Y se fue la luz. Dos días. Hace algunos meses, en medio de una de estas borrascas gallegas, estuvimos un día y medio sin electricidad. Desde una pequeña aldea en Galicia vivimos el apagón de ayer como una vez más. Lo único un poco molesto: la falta de agua, ya que no funcionaba la bomba del pozo. Mi vecina compró un generador, las vacas se habían dado a la fuga al no tener corriente el pastor. En su casa cargué mi ordenador para poder seguir trabajando.

María José Gámez Blaya, 60 años. Málaga

El día del apagón no lo pasé mal... adaptándome. Comiendo fiambre con pan de molde, sin duchar porque el termo es eléctrico, pero tenía luces a pilas y linternas. Estuve sin teléfono ni internet, intentando escuchar una pequeña radio que funcionaba regular. Pero conforme iban pasando las horas y llegaba la noche me empecé a preocupar. Tengo 60 años, 56% de discapacidad y soy eletrodependiente. Tengo una máquina AP para la apnea del sueño. Estuve en el sofá, sentada, sin poderme acostar y esperando a que llegara la luz. Menos mal que volvió sobre las tres de la mañana y pude acostarme. Sé que hay vivencias mucho más impactantes, pero esta es la mía. 

Silvia Izquierdo, 39 años. Madrid

Soy maestra, jefa de estudios de un centro y ayer mi jornada laboral terminó a las 21:30 cuando el abuelo de una alumna apareció después de dar vueltas durante más de cinco horas. Se ha dicho que no hubo incidencias en los centros, no es verdad. Muchos profesores y equipos directivos tuvimos que quedarnos hasta muy tarde sin que nadie nos diera indicaciones de ningún tipo. Sin contar con que tenemos familias, a las que tuvimos que desatender para estar con todos los alumnos cuyas familias no pudieron llegar a recogerlos, improvisando meriendas y tranquilizando al alumnado sin saber si nos tocaría dormir aquí o hasta cuándo estaríamos sin instrucciones. En mi caso, no me quedé sola porque conté con el apoyo y la presencia de una compañera que se negó a irse en esos momentos de incertidumbre y miedo, pero deberían plantearse que existen los niños y que no puede contarse siempre con la buena voluntad de los maestros y profesores. Echamos de menos protocolos claros que nos aseguren la conciliación de todas las personas, pero también la nuestra propia. Gracias a todos los profes y personal no docente que ayer no miraron el reloj a la hora de quedarse a cuidar, calmar, jugar y acompañar a los hijos e hijas de todos los que se vieron inmersos en el caos. Considero que tuvo que ser un alivio comprobar que sus hijos estuvieron atendidos y poder estar tranquilos de que estaban en buenas manos.

María Castro, 65 años. León

A mí me pilló en la peluquería. ¡Salí con media cabeza lisa y bien peinada y otra media sin peinar! Hoy he vuelto a pagar, me han acabado de peinar y hemos echado unas risas. 

José Kaulen, 43 años. Madrid

El apagón me pilló en el metro de Madrid, y he tenido suerte, ya que en el momento del corte, el tren había llegado a la estación de plaza de España, por lo que las puertas se abrieron como una parada normal. Al cabo de 10 minutos de espera, el conductor nos ha informado por altavoz de que no había suministro eléctrico y que debíamos buscar alternativas. Salimos con la estación prácticamente a oscuras, pero la sorpresa más grande sería al salir a Gran Vía: los semáforos apagados, y ya muchísima gente en la calle, caminando a sus destinos, comentando primero que era en todo Madrid y después que en otras ciudades.

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