Morirse de hambre por no hacerlo de coronavirus
Las restricciones impuestas para contener la epidemia de la Covid-19 complican el a alimentos a millones de personas que viven al día en África


Pongamos que un campesino llamado Bakoro vive gracias a que siembra patatas en su huerto, en un pueblo de cualquier país de África, y luego las vende a un comerciante. Que este comerciante compra todas las patatas de todos los Bakoros de la zona y contrata a un transportista que las lleve a la ciudad y las entregue en varios supermercados y mercados, donde otros las ofrecerán a sus clientes. Entre ellos habrá uno, a su vez, que irá a diario a comprar un kilo de esas patatas gracias a un dinero que ganó trabajando esa jornada como taxista, o mozo de carga, o sastre, o mecánico. No puede permitirse ir una sola vez al mes a por más cantidad y almacenarlas porque no tiene un contrato laboral con salario mensual.
En esta delicada cadena alimentaria, una sola interrupción puede suponer un problema para cualquiera de sus componentes. Y ahora, la epidemia de Covid-19, que
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