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Nueve tiros del calibre 9 milímetros Parabellum para matar a Andrii Portnov

El abogado ucranio, de 52 años, llevaba en ocasiones a gente de su confianza para darle servicio de seguridad, según fuentes policiales

La Policía Nacional trabaja en el lugar donde el miércoles fue asesinado Andréi Portnov, de 52 años.

Nueve disparos a quemarropa. Nueve tiros descerrajados por un solo atacante con una sola arma. Uno de ellos de gracia, con la víctima ya en el suelo. Rematado en la nuca. El agresor quiso asegurarse de que moría. Un asesinato a plena luz del día, en vía pública, en cuestión de segundos: “Cinco segundos para los ocho primeros balazos y uno más para ultimarlo tendido sobre la acera”, estiman los expertos de la Policía Nacional. Nueve casquillos por el suelo que revelan la munición utilizada por el sicario que el pasado miércoles acribilló al abogado ucranio Andrii Portnov a la puerta del colegio de sus hijas en Pozuelo de Alarcón, Madrid. “Nueve milímetros Parabellum”, concluyen fuentes policiales.

La munición, a ojos de los especialistas de la Policía Nacional, revela que el asesino usó “un arma occidental (es el calibre europeo más frecuente: ejército, policía, etc...) , potente y moderna, con amplia capacidad de cargador (las más antiguas solo alojaban ocho cartuchos y las de la policía pueden alojar 15 proyectiles)”, explican. “Posiblemente, al efectuar los disparos con una sola arma, lo hizo a muy corta distancia y el número de disparos indica el interés en asegurar el resultado mortal”, agregan. Y matizan: “Hay pistolas rusas ya más modernas como la Yarygin o la Gryazev, que tienen alta capacidad de cargador y se fabrican en 9 Parabellum, pero no han llegado a Occidente. Solo las usan cuerpos de seguridad y cuerpos especiales rusos, de modo que lo correcto es pensar que ésta es de fabricación occidental”.

Andrii Portnov, en octubre de 2013.

Andrii Portnov, asesor del anterior presidente, Viktor Yanukovych, antieuropeista y prorruso, se asentó con su familia en Madrid tras salir de Ucrania a las cuatro meses de la invasión rusa, en junio de 2022. Se instaló en una urbanización del residencial de lujo de La Moraleja con sus hijos y su esposa, Anastasia Valyaeva, que también estuvo ligada al anterior gobierno ucranio. La indagación en sus hábitos de vida que están realizando ahora los investigadores de la Policía Nacional y que, previamente, realizaron sus asesinos, ha llevado a los agentes a concluir que, “en ocasiones, llevaba a gente de su confianza con él, para darle servicio de seguridad”. Sin embargo, no contaba con guardaespaldas profesionales, tal y como quedó en evidencia el pasado miércoles.

Entre sus rutinas estaba la de llevar él mismo a sus hijas al Colegio Americano, un centro donde estudian también hijos de diplomáticos, futbolistas y gente adinerada, en general. Sus atacantes, tras analizar sus movimientos, debieron considerar que ese era el momento de mayor vulnerabilidad para su objetivo y el lugar en el que podían garantizarse mejor la huida. La policía busca ahora a tres individuos, al autor de los disparos y a dos cómplices más que, tras cometer su crimen, se camuflaron entre las arboledas de la Casa de Campo. Los investigadores creen que no huyeron ni en moto, como inicialmente se apuntó, ni en metro, sino que lo hicieron en algún vehículo que tenían previsto a tal efecto.

El hecho de que Portnov no contara con un servicio de guardaespaldas fijo, sino que puntualmente usara a gente de su confianza para protegerse, indica que se sentía bastante seguro en la capital, donde aparentemente poca gente sabía que residía. Sin embargo, el año pasado cometió un error. Quiso poner a nombre de sus cuatro hijos una mansión, valorada en 2,5 millones de euros, que poseía a las afueras de Kiev, en la población de Kozyn. Una preciosa casa con una gran finca, a orillas del rio Dnieper. Para ello, acudió a una notaría de Madrid que posteriormente envió la documentación a Ucrania donde se formalizó el asunto a través de su abogada, Marina Parinova, según publicaron medios de RadioFreeEurope. Aquella operación financiera delató su ubicación.

A lo largo de su vida, Portnov ha dejado un buen número de enemigos a sus espaldas. Con su trabajo de asesor junto a Yanukovych se granjeó la enemistad con los partidarios de una Ucrania europea. Fue incluso acusado de promover la represión en las graves protestas de noviembre de 2013, conocidas como Euromaidan (“Europlaza”, en ucranio), cuando decenas de miles de manifestantes ocuparon la plaza de la Independencia de Kiev contra la decisión del presidente de suspender los acuerdos con Europa frente a lo que se había decidido mayoritariamente en el Parlamento. Más de cien personas murieron en los altercados.

Pero Portnov, que fue responsable del Poder Judicial en el Gobierno de Yanukovych, salió indemne de todos los procesos judiciales que se abrieron contra él. Incluso persiguió judicialmente a los periodistas que pensaba que le habían difamado. Acabó teniendo residencia en Moscú y vinculado a empresarios y políticos rusos, al tiempo que prosperaban sus negocios y levantaba un imperio inmobiliario. Acusado de “alta traición” por su país y sancionado por corrupción a gran escala y violaciones de los derechos humanos por EE UU, Portnov creyó encontrar en Madrid su refugio y el de su familia. Su aparente sensación de seguridad contrasta con las circunstancias de su asesinato, lo que ha llevado a algunos a pensar en la posibilidad de que los disparos viniesen de “fuego amigo”.

Un crimen protagonizado por sicarios que recuerda a otros asesinatos similares que se han registrado en España en el marco de la escalada de tensión y la guerra entre Ucrania y Rusia. Entre noviembre y diciembre de 2022, se enviaron seis cartas bomba a objetivos entre los que se encontraban el presidente del Gobierno, la Embajada de Ucrania en Madrid, oficinas gubernamentales, una compañía de satélites europea y la Embajada de EE UU. Un español jubilado de 75 años, cuyas búsquedas en redes sugerían simpatía por Rusia, fue condenado por estos hechos.

En abril de 2022, el magnate ruso Serguéi Protosenya, de 55 años, fue hallado muerto en aparente suicidio junto a su esposa y su hija en Lloret de Mar (Girona) donde pasaban unos días de vacaciones, ya que residía en Francia. Y, en febrero de 2024, el cadáver del piloto ruso Maxim Kuzmínov fue hallado con seis tiros en el cuerpo en Vila Joiosa (Alicante). Supuestamente había desertado con su helicóptero de combate para entregarse al Ejército ucranio.

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