Antonio Rial, psicólogo: “Cada vez hay más adolescentes que no tienen amigos y están muy solos”
El experto en adolescencia e investigador considera un error echar toda la culpa de los problemas de salud mental de los jóvenes a los móviles y las redes sociales, pero considera necesario desarrollar políticas que les protejan en el entorno digital


Más de un millón y medio de jóvenes de entre 12 y 18 años están en riesgo o tienen problemas emocionales, según los últimos datos presentados por la Red para la Promoción de la Salud y el Bienestar Emocional de las Personas (Proemo), de la que forman parte siete universidades españolas. Una cifra que no ha dejado de crecer desde la pandemia. Los autores del informe apuntaban a la soledad no deseada, los malos hábitos digitales o el uso excesivo de las redes sociales como principales causantes de esas cifras. De hecho, según datos del Plan Nacional Sobre Drogas, un 20,5% de los adolescentes entre 14 y 18 años presenta un uso problemático de internet y de las redes sociales; que en muchos casos, además, conduce en una especie de círculo vicioso al aislamiento y la soledad.
Sin embargo, para Antonio Rial Boubeta (Cangas do Morrazo, 54 años), doctor en Psicología Social por la Universidad de Santiago de Compostela (USC) e investigador con numerosos artículos científicos publicados en el ámbito de la adolescencia y las adicciones sin sustancia, sería un error echar toda la culpa de los problemas de salud mental de los adolescentes a los móviles. “Hay muchas más cosas que tienen que ver en esta situación: los estilos de crianza, los modelos aspiracionales que propone la sociedad, los cambios en la estructura de la propia comunidad, con un enfoque cada vez más individualista, con relaciones más líquidas —efímeras, temporales y frágiles—”, enumera. El experto, no obstante, hace un llamamiento para evitar que los móviles y las redes sociales entren tan temprano en la vida de los menores.
PREGUNTA. Las relaciones más líquidas, precisamente, ¿pueden predisponer a un mayor uso de las pantallas y, por tanto, incrementar el riesgo de problemas de salud mental?
RESPUESTAS. No se puede descartar que aquellos chavales que tienen un cierto vacío vital, que experimentan soledad y falta de vínculos sólidos a nivel emocional con su entorno, puedan desarrollar un uso desadaptativo de las pantallas. Al final, si uno tiene una falta de apoyo emocional va a tender por naturaleza, por propia supervivencia, a buscar relaciones en otros lugares de máxima accesibilidad, como son las redes sociales. De forma que tener una cierta vulnerabilidad emocional, falta de vínculo, o problemas de autoestima se convierte en un factor de riesgo.
P. Es una especie de círculo vicioso.
R. Exacto. Tenemos una sociedad cada vez más líquida y a la vez un cada más temprano a las redes sociales y un uso intensivo y sin supervisión. Todo ello contribuye a una mayor vulnerabilidad emocional. ¿Qué deberíamos hacer entonces? Evitar que el móvil llegue tan temprano a la vida de los niños y las niñas.
P. Justo lo que no se está haciendo.
R. En España, la nueva legislación establece en 16 años la edad mínima para acceder a las redes sociales. Hasta hace poco eran 14. Sin embargo, según un estudio de Unicef, resulta que más del 95% de los adolescentes menores de 14 estaban incumpliendo la ley. Y los padres somos muchas veces los que les registramos o les creamos la cuenta. Pensamos que con tener la contraseña les controlamos. Mentira. Ni les supervisamos ni les controlamos, porque nos olvidamos. Es decir, que hay una dejadez de funciones por parte de las familias y por parte de la sociedad en general.
P. ¿También a nivel educativo?
P. Sí, la vulnerabilidad a nivel emocional es un caldo de cultivo muy potente para generar un uso desadaptativo, lo que deberíamos hacer es reforzar las competencias humanas y emocionales de estos chavales. Tenemos que revisar cómo los estamos educando desde el punto de vista de las emociones, porque queremos tener astrofísicos y bioquímicos, pero realmente tenemos a personas muy débiles desde el punto de vista emocional, muy vulnerables. Y encima les estamos poniendo una bomba de relojería en sus manos.
P. Hablaba antes de los modelos aspiracionales que han impuesto las redes sociales.
R. Y las propias familias. A los que nacimos en los setenta, como yo, las familias nos ponían el objetivo de tener salud, un buen trabajo, una buena posición económica, casarse, tener una familia… Ahora, el objetivo que proponemos a nuestros hijos es algo tan complicado como ser felices. Y ese objetivo es perverso, porque es inalcanzable por indefinido. Y como no existen criterios para determinar qué es ser feliz, los buscamos en el entorno, de forma que el adolescente compara lo que él hace o tiene con lo que le están mostrando las redes sociales. Y en ese espacio, todo gira más que nunca alrededor de unos modelos con cuerpo 10 y que, además, parecen que tienen una vida plena de felicidad. Y eso, además de artificial y falso, es inalcanzable, con lo cual genera a nivel emocional muchas dificultades para aceptarse a uno mismo y para sentirse bien con uno mismo.

P. ¿Hay una relación entre el uso de las redes sociales y la falta de autoestima?
R. Cuanto mayor es la exposición a las redes sociales peores son los niveles de autoestima, porque uno necesita alimentarse constantemente con esa gasolina externa que es el like. Realmente es un círculo vicioso, muy perverso. Eso no quiere decir que no haya adolescentes que lo puedan gestionar bien, pero a esas edades es muy fácil desregularse porque la personalidad y el cerebro todavía están en proceso de construcción, de forma que las capacidades de autorregulación emocional y conductual son limitadas.
P. ¿Las redes sociales también están contribuyendo al aislamiento y a la desconexión social de los adolescentes?
R. Lo que se ve en los estudios es que hay una menor conexión con el entorno más próximo y con uno mismo. Y, por otro lado, que se establecen relaciones más de conveniencia, donde el refuerzo inmediato es lo que prima. Relaciones de quita y pon. Con lo cual, cada vez hay más chavales que están demandando atención psicológica precisamente porque hay una carencia de vínculos y una falta de amistades sólidas en las que poder confiar. Es decir, cada vez es más habitual encontrar adolescentes que no tienen amigos, que realmente están sumamente solos. Y esto, fíjate, en una sociedad hiperconectada en la que tú le preguntas a cualquiera de esos chavales y tienen 2.000 amigos en TikTok o en Instagram.
P. ¿La dependencia y la adicción a las redes sociales de los adolescentes son más comunes de lo que pensamos?
R. En el año 2014, se reunió en Tokio una comisión de la OMS que concluyó que las nuevas adicciones, las conocidas como adicciones sin sustancia, son un problema creciente de salud pública. La adicción a las redes sociales en concreto no está reconocida como tal, pero según datos del Plan Nacional sobre Drogas, en su informe de 2024, un 20,5% de los chavales de entre 14 y 18 años presentan un uso problemático de internet. Estamos hablando de más de medio millón de chavales. Además, los diferentes indicadores advierten de que es un problema que está en progresivo aumento. Así que es necesario mover a las instituciones para desarrollar políticas que ayuden realmente a proteger a los menores en el entorno digital, porque, además, cuando estos problemas se originan en la adolescencia es mucho más probable que luego se exacerben y se desarrollen mucho más en la vida adulta.
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